Conclusiones...
Aquí estoy cruzando el canal de Chacao, no diciéndole adiós, sino hasta luego, a un lugar que caló hondo en mi forma de pensar.
Este fue el término de una aventura; no con dragones ni rescate de princesas (como yo hubiera querido), tampoco desbaratando una familia de la mafia o apoyando a un pueblo en revolución. Fue simplemente un recorrido de unos quince días por las maravillosas tierras chilotas, que no tienen nada que envidiar a los escenarios de tabiquería de "El Señor de los Anillos". Lo confieso, la idea del viaje nació de la ira al no poder asistir a los trabajos voluntarios y de la flojera de no querer desarmar la mochila; de hecho, al llegar a Chiloé no tenía otro fin que despejarme del cerro de mierda capitalina en el cual me estaba sepultando. Así, sin ningún horizonte fijo en mi mente, comencé a caminar...
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Sin embargo, llevando solamente unos minutos con mis pies en Castro, ya comencé a percibir que un ambiente diferente se respiraba: gente, como en todos los lugares, pero con una disposición de ánimo distinta, que no intentaba golpearte con el hombro cuando pasabas a su lado, además de un aire puro tan exquisito que no te cansa a la primera bocanada; o riquezas culturales y naturales que poco a poco me iban robando el aliento. De inmediato, tomé conciencia de que estaba empezando algo, de que yo me había impuesto otro objetivo en esos parajes aunque no supiera claramente qué era; posiblemente, en el camino iría develando lo que realmente había ido a hacer allá.
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Sin embargo, llevando solamente unos minutos con mis pies en Castro, ya comencé a percibir que un ambiente diferente se respiraba: gente, como en todos los lugares, pero con una disposición de ánimo distinta, que no intentaba golpearte con el hombro cuando pasabas a su lado, además de un aire puro tan exquisito que no te cansa a la primera bocanada; o riquezas culturales y naturales que poco a poco me iban robando el aliento. De inmediato, tomé conciencia de que estaba empezando algo, de que yo me había impuesto otro objetivo en esos parajes aunque no supiera claramente qué era; posiblemente, en el camino iría develando lo que realmente había ido a hacer allá.
Comencé esta excursión solo, sin más acompañantes que mi mochila y un cúmulo de dudas sobre cómo diantres lo haría para comer, dormir, dónde iba a ir al baño cuando lo necesitara y a quién cresta podría avisarle en caso de que me sucediera algo. Siempre es necesario plantar una raíz en el lugar donde se llega, pero ahí me di cuenta de que si bien tenía mucha gente alrededor, en realidad me encontraba absolutamente solo; aunque esta situación duraría sólo unos momentos. Fue de gran ayuda la presencia de Pamela, una dueña de casa que prestaba su patio para acampar, con quien pude darme cuenta de que no es mito eso que dicen de la buena voluntad de la gente de esos lares. Comenzamos a hablar, pero de cosas que iban más allá de los consejos sobre cómo ubicarme o los lugares que debería visitar en el viaje; de hecho, me habló de su familia, yo de la mía, de su vida, y yo de la mía y al final, más o menos a las cuatro de la mañana y después de varias horas de charla, me di cuenta que había encontrado una especie de confesora que nunca me habría imaginado hallar tan lejos de mi círculo social.
Con los buenos consejos y la buena disposición de ella, me despedí y emprendí el viaje hacia otros lugares de la isla. A veces con gente que yo conocía de Stgo. y con quienes coincidí en esos parajes, a veces acompañando gente tremendamente interesante que conocía en el camino y que se encontraba en mis mismas circunstancias, o incluso solo, sin ver absolutamente ninguna cara por días. Después de conversar con todas estas personas, me fui dando cuenta del universo que acarrea sobre su espalda cada ser humano. Antes les había dicho que toda persona es una novela erguida sobre dos pies, y que cada uno elige ser el personaje de algún escritor específico; eso es una conclusión que saqué al ver los diversos estilos de vida de mis acompañantes que a veces podían diferir mucho del mío en cuanto a la lógica de sus actos, pero que no necesariamente eran erróneos puesto que respetaban al otro. El metro cuadrado es algo que no se debe violar, pero de lo cual puedes hacer participar a los demás; y cuando alguien te invita a ese espacio íntimo, abierto por una taza de café, una caja de vino o simplemente un espacio libre en la banca de una plaza, se experimenta el gozo pagano de decir "nosotros".
Lo otro fue la riqueza cultural. El capitalino de mente estrecha puede decir "aquí hay multitiendas y discotheques y andan en auto y no viven en rucas", pero todo eso es nada más que una máscara de modernidad que ha tomado una herencia a la cual se le ha perdido el rastro de su procedencia. La forma de trabajar la madera, por ejemplo, que en ocasiones se usaba hasta para hacer candados, o la construcción de iglesias en las cuales se puede percibir toda una cosmovisión original de estas tierras, son señales que nos dicen "mira, ésta es la forma en que pensamos y lo que creemos", y no se requiere más que un poco de ingenio para ir develando estos signos. Un caso emblemático es un documento que pude examinar: un mamotreto legal, del año 1880, donde las autoridades sometieron a juicio a los brujos de la isla. Para nosotros, malditos y arrogantes posmodernos, nos puede parecer muy primitivo creer en este tipo de cosas, pero sin ir más allá nosotros también tenemos nuestras propias creencias que pueden pasar por una determinada religión, la voluntad de poder nietzcheana, una ideología política o incluso el ateísmo. Nosotros no estamos un paso más arriba que las autoridades que enjuiciaron a los brujos, sino como vecinos que pensamos de forma diferente. Igualmente, quede con las ganas de poder encontrar a alguna de las criaturas míticas de la isla, pese al peligro que ello reporta.
El punto fuerte de este lugar fue, y es, la riqueza natural en la cual se inserta el mundo chilote. Las condiciones climáticas de la isla hacen que en ocasiones surjan formas inimaginadas en el tronco de los árboles, que en toda su magnitud sirven como hogar a una fauna muy variada y a la cual se le puede encontrar fácilmente en cada caminata a muy pocos metros de nosotros. Ver casos como el tepu, que esconde el verdadero suelo bajo su tronco y sus raíces quizás a cuánta distancia bajo los pies, o escuchar un coro de aves cantando bajo la noche, sin el miedo de la presencia humana cerca, nos muestra cómo todavía existen voraces paraísos sobre la tierra. También todo esto es una lección para demostrarnos cuán insaciable es el apetito y la arrogancia humana, que a veces cree superar el curso natural, sin tomar en cuenta que nosotros también formamos parte de ese todo. El asunto es de una sencillez de dos dedos de frente: o comenzamos a preocuparnos por preservar lo que nos queda de paraíso sobre la tierra, o simplemente nos hundimos todos juntos en la propia trampa que nos estamos creando. Por lo demás, de seguir así nosotros desapareceremos en poquísimos años, pero la naturaleza tiene una perseverancia mayor de lo que podemos imaginar; de esta forma puede recuperarse del daño y librarse de la cruel mano de la humanidad, que a estas alturas se comporta de la misma forma que un cáncer.
Es así, de una forma tan simple, que se puede comenzar a ver el mundo a través de otro cristal; los recursos para llevar a cabo estos viajes son lo estrictamente necesario: pies, buena disposición y una mochila; el resto es solamente aprender y disfrutar. Por las necesidades básicas no hay que preocuparse; de hecho, me di cuenta de que puedo comer donde quiera, dormir donde quiera, en incluso ir al baño... donde quiera. Y si aún perdura el miedo ante la satisfacción de las necesidades, no hay que preocuparse; total, la sal del peligro es parte de nuestra vida.
Me pongo el parche antes de la herida. Hay quien puede decir que en realidad yo sólo alcancé a estar quince días en la isla, y que en realidad eso es tiempo insuficiente para conocer verdaderamente un lugar; yo lo confirmo, fueron nada más que quince días, pero exprimidos hasta la última gota. He intentado expresar lo inexpresable a través de estas letras, y ojalá otros se animen a comenzar sus propias conclusiones acerca del mundo que está más allá de la punta de nuestra nariz.
Buen viaje